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El alma guarda lo que el tiempo no puede borrar: un refugio en medio del dolor.

  • Foto del escritor: Gabriela Raimondi
    Gabriela Raimondi
  • 23 ago
  • 2 Min. de lectura

Por Renacer Neuquén Hay vivencias que no se desvanecen con el paso de los días. No importa cuánto tiempo transcurra, el alma conserva esas huellas profundas que nos recuerdan cuánto amamos, cuánto compartimos y cuánto nos marcó esa experiencia. El alma guarda lo que el tiempo no puede borrar porque lo esencial nunca se pierde.


En medio del dolor, cuando parece imposible seguir adelante, descubrir que lo vivido sigue dentro de nosotros puede convertirse en un refugio. Esa memoria no es solo un recuerdo: es una forma de presencia, un testimonio de lo que fue verdadero y que sigue siendo parte de quiénes somos.


El poder de los recuerdos que permanecen


Los recuerdos no están para encerrarnos en la nostalgia, sino para enseñarnos a resignificar la vida. El amor que alguna vez sentimos no desaparece: cambia de forma, se transforma en compañía silenciosa y en fuerza para seguir caminando.


Esa memoria profunda es la que nos permite comprender que, aunque la ausencia duela, lo que quedó grabado en el alma nunca nos abandona. Allí encontramos un hilo invisible que nos une con lo amado, un lazo que trasciende el tiempo y la distancia.


El alma como espacio de permanencia


El tiempo puede modificar muchas cosas: los paisajes, los días, las rutinas. Pero lo esencial permanece en un lugar que no se mide con relojes: el alma. Allí se resguarda lo que realmente importa, lo que da sentido a nuestra historia.


El alma guarda lo que el tiempo no puede borrar porque es allí donde se graba lo más puro: los gestos, las palabras, las miradas y los momentos que nos marcaron. Ese archivo invisible de la memoria no es una carga, sino un recordatorio de lo profundo del vínculo y de la huella que deja en nuestra vida.


Una mirada de esperanza


Aunque el dolor sea inevitable, reconocer que lo amado sigue vivo en nosotros puede dar alivio. No se trata de olvidar ni de reemplazar, sino de aprender a caminar con lo que falta y al mismo tiempo con lo que permanece.


El alma se convierte así en un refugio: un lugar donde lo esencial se conserva intacto, más allá del paso de los días. Comprender esto es también comprender que la vida, a pesar de las pérdidas, siempre puede seguir teniendo sentido.


🧡

Sí, somos un espacio de encuentro.

Pero lo que más nos importa no son solo las palabras ni las fechas.

Nos importan las personas. Las almas detrás de cada historia.

Por eso, lo que compartimos no habla solo de dolor.

Habla de memoria, de amor y de la fuerza que se encuentra al caminar juntos.

Pareja al atardecer agarrados de la mano

 
 
 

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RENACER NEUQUÉN

"El hombre que se levanta por sobre su dolor para ayudar a otro que sufre, trasciende como ser humano."
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